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         Introducción del catálogo RADICAIS LIBRES  por Xose M. Buxán Bran

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      Auditorio de Santiago, Santiago de Compostela. (2005)

   


             Roberto González Fernández

           Es suficiente con dar una vistazo a la página web de Roberto González Fernández (www.r–gonzalezfernandez.com) para darse cuenta de la ingente labor y el afán casi sacerdotal con el que ha encarado su proyecto artístico a lo largo de los años, muchos años por cierto de trabajo cuidado, ordenado, minucioso y diario en los que parece que ni en un solo día dejara de coger los pinceles o el lápiz para ir levantando su inmenso edificio artístico. De hecho, su obra yo la veo así también: pausada, callada, minuciosa y obstinada.

A pesar de que sus biógrafos y críticos no hayan verbalizado en sus textos sobre Roberto lo que era evidente (como ya he denunciado en un ensayo de hace años) su obra sorprende por la apuesta decidida que en ella se hace a lo largo de toda su trayectoria artística por el mundo homosexual. Desde esos primeros dibujos de jugadores de béisbol de 1973, creo que no quedó en González Fernández ni un solo motivo del mundo gay sin referir, hagamos un repaso: Primeros beisbolistas y parejas de beisbolistas duplicados y también la serie Eróticos, comenzadas ambas en 1973, son estos, dibujos en blanco y negro que duplican la imagen de un chico, de modo que se convierte en un apareamiento narcisista entre dos hombres; serie de Arquitecturas, 1974, edificios donde brotan escondidas historias entre hombres; serie Azules, 1975 - 1976, encuentros velados e intuidos de deseo en interiores arquitectónicos; serie Elephant Walk, 1979, dibujos de casas del barrio de Castro de San Francisco, la villa gay por excelencia; serie Parade, de 1980, que dibuja las manifestaciones del orgullo gay en Norteamérica; Historia Sagrada, 1981, el relato bíblico en clave, por momentos incluso sadomasoquistas, en un escenario de explicita sexualidad gay; serie Vida Privada, 1982, con títulos tan expresivos como el de la obra titulada No decía palabras/ acercaba tan solo un cuerpo interrogante/ porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe,1982, un tríptico con variaciones en torno a un chico desnudo y también con el propio artista sumergido en la escena y con una imagen central de un apasionado beso entre dos hombres; serie Arquitecturas de Edimburgo, 1982, columnas que devienen falos; la suite de litografías de 1983 Si todo fuera dicho, con piezas de profundo compromiso marica, como ese dibujo de dos hombres en el lecho o, sobre todo, esa otra de gran poder simbólico en el que un hombre de indumentaria leather, que muestra sus glúteos desnudos y lleva una cazadora de cuero negro, pinta con Sangre de su dedo un triangulo (el simbólico triangulo gay) en un muro, su titulo: Formas que han de nutrir la antigua gloria, 1983; los Victimarios, 1990, con relaciones en clave de ritual y dolor entre hombres; la serie Ofrendas, homenajes simbólicos con dadivas, como esos plátanos, por ejemplo, que se elevan al cielo y que titula Act Up, 1990 (recordemos que Act Up, que viene a significar ‘Actuemos ya’, fue uno de los colectivos de lucha contra el sida, nacido en Nueva York en 1987, de mayor calado y fuerza en la lucha contra la pandemia); serie In Memoriam, pinturas de homenaje y recuerdo al ser querido, entre ellos, lógicamente, muchos amigos y compañeros; la serie I love you, I hate you, 1992 en la que partiendo del lenguaje de los sordos se establece un dialogo ambiguo entre los hombres representados que nos interpelan y el espectador; la serie DEAYM (De amor y muerte), 1993, retratos de amigos, personificando al canto queer por excelencia, el mártir Sebastián; cuadros de la serie Destiny, 1994, con fragmentos del cuerpo, de claras connotaciones con la sexualidad masculina; la serie Orestes, 1995, con un hombre de poderosa anatomía que lleva tatuado en su cuerpo, y en diferentes cuadros, ‘Kiss me’, ‘Bite me’, Sniff me’, ‘Take me’ o ‘Swallow me’ y, en fin por ir concluyendo este largo repaso, la serie Alfabeto, 1991, 1995, 1997 en la que afloran palabras como Rainbow (referencia a la bandera gay), Hinojo (una hortaliza cuya palabra en italiano, Finocchio, es expresi6n referida a los gays, D de Deseo, que naturalmente representa con el cuerpo de un hombre o una Z del lazo rojo del sida.

De toda esa larguísima y nutridísima carrera artística en torno al mundo gay, es en las obras de la década de los años ochenta donde se encuentra la iconografía mas singularmente queer, aquella que resulta mas pavorosa y radical para la cultura artística de este país. Son piezas que contienen una carga de profundidad en contra de las convenciones sociales imperantes, y esa fuerza inusitada se debe a su radical libertad de ser maricas.

Pienso en la serie Elephant Walk, 1979 - 1980, que comienza en una fecha tan temprana como 1978 (recordemos la rudimentaria, casi nonata, estructura organizativa y intelectual de los colectivos e infraestructuras gays de ese momento) y lo increíble es que hacia solo nueve años que tuvieran lugar los acontecimientos de Stonewall -nombre del bar de la ciudad de Nueva York donde se produjeron los altercados que darían lugar a la conmemoración del 28 de junio, como Día del Orgullo Gay- y Roberto esta ya dibujando en esas hojas de papel que no superan los cuarenta centímetros, toda una serie de confortables y deliciosas casas americanas del barrio de Castro en San Francisco, que muestran mediante algunas marcas, o por pequeños eslóganes escritos en las paredes, o por señales y detalles de ciertos rótulos de locales, la presencia de una comunidad real de gente homosexual que esta edificando un barrio y un mundo, un territorio intimo y a la vez universal, de todo lo cual Roberto es consciente en estas imágenes hechas por un portavoz confeso y converso.

           En los dibujos de la serie Parade, 1980 -1981, se documentan de un modo inédito hasta entonces en la historia del arte español la fiesta y el placer de los maricas, de las lésbicas y de los transexuales que toman las calles y que las convierten en un territorio de gozo y deseo, pero, claro esta, y eso es lo inédito, también en un territorio de justicia social y rica diversidad sexual. Evidentemente lo que ahí ocurre esta pasando fuera de España, pero el artista (que se autorretrata en muchos de los dibujos como espectador activo de esa fiesta del Orgullo) lo documenta en esos dibujos de calidades fotográficas, en los que levanta una acta fidedigna, emocionada también.

Cuando inicia su Historia Sagrada en la que recrea el pecado original, la caída de Adán, al profeta David, o David y Jonatan, o a David con Goliat, o a David con Saúl, Abraham e Isaac, la resurrección de Lázaro, Herodes y Salomé, o Caín y Abel, Roberto González Fernández esta revisando la historia de la humanidad la historia del arte universal, es decir, socava las bases de todo el edificio cultural que nuestra cultura cristiana fue construyendo a lo largo de los siglos y en un ejercicio de revisionismo contumaz le da la vuelta a toda esa mitología, a toda esa cultura anclada en una incuestionable heterosexualidad. No decimos que sea él el primero en hacerlo, pues en el mismo Renacimiento o en el Barroco son muchos los ,artistas (entre los grandes: Miguel Angel, Benvenuto Cellini, Caravaggio,...) que dotaran de una ambigua masculinidad y una creciente confusión sexual a muchos de los episodios de la historia sagrada del cristianismo. Pero Roberto, armado del orgullo y de fe que le inspiran esas obras previas de la serie Parade, se ve en condiciones de explicitar aún mas, de llevar a un terreno verdaderamente marica, esa historia sagrada para convertirla en episodios de puro sexo homosexual, sexo en el que no se evitan los aditamentos del SM y mismo la mudanza de los personajes bíblicos femeninos por sus alter ego masculinos. Es necesario recuperar ya una historia propia y explicita, parecen decirnos estos dibujos, que como en las series anteriores, son de inmaculado dibujo y de gran perfección técnica.

En Vida Privada, iniciada en 1982, Roberto le coge prestados a Luis Cernuda títulos de los poemas que el poeta de la generación del 27 reuniera en La realidad y el deseo, obra, por cierto, que es uno de los grandes monumentos de la literatura en español en los que el amor homosexual alcanza sus momentos mas sublimes. Es esta una serie de dibujos en la que el artista sigue remozando todo el imaginario icnográfico tradicional, así lo vemos, por ejemplo, en el motivo bien conocido de la Venus recostada en un lecho delante de un espejo que González Fernández reconvierte en un hombre al que acompaña otro hombre y del cual vemos su brazo reflejado en el espejo. También hay en Vida Privada, retratos del proceloso territorio del ligue homosexual, con miradas inquietas que se cruzan y conminan, como por ejemplo en Una mirada entre las sombras, 1982. En Como nacen deseos sobre torres de espanto, de 1983, vemos a dos chicos vestidos que están acostados juntos en el lecho, quizás son tan solo camaradas, pero se agarran con efusivo amor, y es probable que estén levantándose quizás sin darse cuenta o contra sus propias voluntades, tal como reconoce el titulo, una historia de encendido deseo. Una pasión sexual ya derramada o a punto de derramarse en ese trío de amantes que representa Viertete, viertete sobre mis deseos, 1983, una escena amorosa en la que un hombre se esta duchando mientras otros dos, de los que vemos tan solo sus pies, esperan o descansan en la cama.

Toda la obra posterior de Roberto González Fernández esta también, como ya dijimos, pautada con el punzón del homosexual, bien es cierto que yo encuentro en los trabajos posteriores, ya en su mayor parte Oleos, un aliento mas pausado y contenido, es decir, la perspectiva gay nunca es escamoteada o negada, pero ahora adquiere unos rasgos mas metafóricos, mas simbólicos o elegiacos, características estas que siempre tuviera su obra pero que parecen remarcarse con el tiempo, si bien también hay sacudidas, pienso particularmente en los Orestes, aunque también en diferente grado en su Alfabeto, o en los Sebastianes de DEAYM, que certifican la plena vitalidad y el bombeo constante que hay del asunto gay al corazón de su creación plástica. A ese respecto, y buena prueba de lo que decimos es Jardin publico, jardin privado, 1999, un trabajo fotográfico que investiga el mundo del ligue homosexual en los espacios públicos, algo que por cierto ya fuera investigando en muchos y diferentes momentos de su quehacer artístico; pienso en ‘Matorrales de deseo’, 1983 de la suite de litografias Si todo fuera dicho, con un paisaje presidido por un adintelamiento clásico que luce en su tímpano la letra Lambda (uno de los símbolos que junto con el triangulo y la bandera del arco iris han representado al universo gay) y que es traspasado por un hombre del que solo percibimos algo. Jardines de deseos que convierten a la naturaleza en un territorio de placeres furtivos y vigorosos.