PARAÍSOS
RECOBRADOS (Y VUELTOS A PERDER)
Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia asume su pleno
significado
Baudrillard
Los verdaderos paraísos son los paraísos que hemos perdido
Proust
Roberto González Fernández (RGF) tiene la capacidad de tratar sus temas
recurrentes desde un punto de vista totalmente nuevo cada vez, como si
se tratara de la primera vez que se enfrenta a fantasmas conocidos.
Reconocemos en estas nuevas series de gráfica digital, sin embargo,
muchos de sus guiños, como esa forma tan personal de mezclar pintura y
fotografía, de viajar de una a otra, ‘sin hacernos pensar que está
traspasando unos límites que en tiempos fueron infranqueables’ (1).
Qué más nos da. El poderío de sus imágenes nos hace olvidar pronto si
estamos ante pintura o fotografía (discusión ya estéril, por otra parte
y afortunadamente, gracias a Photoshop).
Dos de estas últimas series comparten título, y no es por casualidad.
Cruising (Burial Grounds) y Cruising (Babel) nos ofrecen dos caras de la
misma moneda. CBG nos muestra una realidad desaparecida, la del ‘aquí te
pillo y aquí te mato’, en un espacio que puede parecer paradójico pero
que resulta lógico por estar dedicado a la muerte. El cruising
(encuentro sexual fugaz) en el cementerio reinventa ese espacio y le da
sentido: pequeños destellos de vida, o petites mortes, en cada orgasmo
secreto tras los arbustos de los mausoleos olvidados. El hecho, recreado
por RGF en la serie, ha ocurrido realmente en esos camposantos de
Edimburgo hasta hace poco tiempo. Hasta que los arbustos han sido
podados y el cementerio ha vuelto a ser un monumento a la muerte,
gracias al nuevo orden global que no permite ya esos escarceos. Para eso
está internet. Y ahí está la otra cara. ‘Cruising Babel’ nos muestra la
misma escena, esta vez virtual. Sobre las ruinas del Babel de Brueghel,
RGF resucita otro nuevo Babel, repoblándolo con avatares secuestrados
del programa de realidad virtual 3D Second Life. Este Babel da fe de ese
nuevo orden global (perdón, ‘caos global’, como lo llama John Berger).
Detrás de cada uno de esos personajes que Roberto recoloca en las ruinas
hay personas escondidas tras las pantallas de sus ordenadores (yo
también estoy entre ellos, a ver si me encuentran), simulando aquello
que ya no se atreven a hacer en el cementerio. Este nuevo Babel, que se
promete colorido y democrático como Disneylandia, está condenado a la
destrucción también, en esta ocasión provocado por el tsunami de
plegarias no atendidas. Los avatares lanzan incesantes mensajes en sus
botellas electrónicas, que se acumulan en la torre y que la harán
estallar. No hay nadie que reciba nuestros SOS, somos todos naúfragos y
pedimos socorro al unísono, como cantaban The Police.
La reinterpretación del paisaje que RGF hace es aún más evidente en las
series Jacob’s ladder, Caja de Pandora y Egipto, mi corazón. En la
primera de ellas, la referencia textual se pervierte intencionadamente
como en otras de sus series bíblicas. En ‘Historia Sagrada’ (1981), RGF
escoge un tema religioso y lo reinterpreta en clave queer (2). En la
‘Escalera de Jacob’ la reinterpretación nos la pone el propio texto en
bandeja. Jacob se asusta, el lugar otorgado por Dios es ‘temible’ y
resulta más una condena que una bendición. Bethel, el lugar por donde
suben y bajan los ángeles es un vertedero en ninguna parte. Por esa
escalera hace tiempo que ya no sube ni baja nadie, ni nadie quiere
visitar, como la trinchera maldita de ‘No man’s Land’ (Danis Tanovic,
2001). Un lugar peligroso y proscrito, una ciénaga nauseabunda en la que
no se puede construir nada. Aún así, o quizá precisamente por eso, la
última cena y el milagro de la conversión tienen lugar allí. En una de
las imágenes se adivinan estas escenas, pero lo que vemos no es sino un
grupo de trileros trapicheando sobre una tumba. San Pedro yace borracho
ajeno al milagro. Mentiría no tres, sino mil veces por un trago y todos
los demás podrían ser Judas. Este panorama desolador se agrava si cabe
en la serie ‘Caja de Pandora’. Ese lugar antes infecto es ahora un lugar
que todos quieren, que quieren de manera exclusiva (excluyente) y en el
que no caben más que los acólitos. Quede de manifiesto la mala uva y
humor negro de RGF al atreverse a utilizar los símbolos de ciertos
nacionalismos como símil misil.
Veo lo escrito hasta ahora y me doy cuenta de que quizá he pintado un
cuadro demasiado apocalíptico y así como ‘de denuncia’ que tanto a mí
como a Roberto nos aburren mortalmente. RGF busca esencialmente la
belleza, como cualquier artista que sabe lo que hace y lo que tiene
entre manos. No olvidemos que en la caja de Pandora, después que escapan
volando todos los males y vicios del mundo, permance la esperanza en el
fondo, y que renunciar a ella es un suicidio espiritual; que tendemos a
la perfección, acompañados por nuestros fantasmas que nos llevan de la
mano; que los milagros ocurren, aun en las cloacas, y que NO somos
nostálgicos (bueno, sólo a veces, pero se nos pasa enseguida). Las
tormentas de arena de la serie de RGF Mesr Albi son tan bellas como las
puestas de sol en las pirámides. Y en cualquier caso, y como dice Milton
en el Paraíso Perdido, mejor reinar en el infierno que servir en el
cielo.
David Trullo, Madrid,
febrero 2010
(1) Comentario del
fotógrafo Ángel Casaña, en el catálogo ‘RGF punto e seguido’, Concello
de Ferrol, 2007.
(2) Héctor Sanz, ‘RGF Mundos Ocultos’, Fundación Luis Seoane, 2006.