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Texto del catálogo ORDEN, DESORDEN Y COSTUMBRE

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ORDEN 


He sido durante más de treinta años testigo privilegiado del proceso creativo de muchas de las obras de RGF. He visto como una experiencia, una imagen, un concepto o una frase han dado paso a un proyecto, una de sus series. Esta puede haber comenzado a realizarse utilizando un medio técnico, a veces la fotografía, otras la pintura, para luego desembocar en otro, pero siempre manteniendo un orden interno estricto, la mayoría de las veces sólo comprensible para él y que cuando lo asume, lo respeta hasta las últimas consecuencias. Si decide que una idea necesita 30 cuadros, los realizará meticulosamente uno tras otro, sin descanso y manteniendo unas premisas muy claras decididas de antemano. 

Durante años he intentado desentrañar esa singular dinámica cargada de simbolismos, claves privadas y obsesiones recurrentes. Ordenando ideas, buscando conexiones, paralelismos y respuestas en un proceso que a pesar de su aparente pragmatismo e inflexibilidad no deja de ser subjetivo y aleatorio.

En la trayectoria de RGF el orden siempre surge del azar. 

¿Qué tienen en común las más de cien obras de RGF incluidas en la exposición "ORDEN, DESORDEN Y COSTUMBRE"? 
A primera vista se podría decir que han sido realizadas en óleo sobre lienzo en un estilo que podríamos definir como 'realista'; están fechadas en los diez últimos años y pertenecen a series pictóricas muy concretas. Pero si nos fijamos con mayor detenimiento en ellas, comenzamos a vislumbrar líneas convergentes, un simbolismo que se repite, una forma de interpretar la realidad que obedece a unos cánones, cuyo único arbitro es el mismo RGF y sobre todo podemos llegar a descubrir ese orden interno que da sentido a todo el conjunto. 

Sin duda la serie que mejor nos sirve para descubrir los enigmas de ese proceso creativo es el 2º ALFABETO. Allí el mismo nos devela las principales claves, tanto de su trayectoria creativa como de su vida más íntima, mostrando como los temas se van concatenando a veces de forma lineal, otras utilizando las elipses más complejas, creando un sofisticado entramado de ideas, personajes, lugares y símbolos. 
Una mirada a través de su particular forma de interpretar el alfabeto, nos permite gradualmente desentrañar las series. No tardamos en percibir que cada cuadro es una simbiosis a posteriori del proceso creativo de esa serie pero también un asombroso mapa de experiencias y sensaciones que se han ido acumulando y que ahora quedan reflejadas en la imagen. 

Así, el lugar donde trabaja, ya sea en Madrid o en Edimburgo, cobra una nueva dimensión. 
El ejemplo más claro es el de esa curiosa viga que le observa mientras trabaja en su estudio de la calle Arriaza y que ha terminado transformándose en un “alter ego” que viaja por el mundo en forma de isla. 
Primero ha visitado esos mares y destinos donde él mismo ha estado, mostrándonos de forma inusitada sus propios recuerdos de lugares y situaciones personales. Pero con el tiempo esa isla ha cobrado una nueva dimensión. Se ha trasladado a un mundo prácticamente surreal, transformándose en un elemento catalizador de conceptos mucho más abstractos y oscuros, que dan pie a una interpretación más abierta. 

Algo parecido ha ocurrido con el paisaje que rodea su estudio de Edimburgo. 
En la serie RG, de forma aun más alambicada, RGF se transforma en arquitecturas clásicas imaginarias, singulares miradores de mármol en medio de Regent Gardens, el parque a espaldas de su casa cuyas iniciales comparte.
Esas construcciones clásicas son recurrentes en su obra desde finales de los años setenta pero ahora cobran un nuevo protagonismo, lo mismo que las construcciones, esta vez puertas, de la serie HOPE que, también emplazadas en Regent Garden, estan relacionadas con el problema del SIDA. En HOLYROOD en cambio, podemos ver a través de un paisaje idílico pero absolutamente veraz, infinidad de vivencias personales que a lo largo de los años, se entremezclan y cruzan con las de amigos que han pasado por allí. Una vez más sin embargo, la serie desembocará casi de forma natural en algo distinto. Las experiencias se entremezclan con ideas, preocupaciones ajenas al emplazamiento que terminan invadiendo el paisaje para llegar a transformarlo en un símbolo. 
El espectador podrá más tarde, dilucidando según su propia interpretación, buscar el sentido y el significado que para él tiene la imagen. Encontrará un orden que quizá se acerque, o no, al de RGF, pero que sin duda está ahí de forma intangible y no por ello menos real.

La obra de RGF está llena de referencias particulares pero con una proyección externa tan amplia y divergente que dan pie a un permanente diálogo con el espectador sea cual sea su previo conocimiento de la trayectoria de RGF. 
Es imposible encontrar algo tan personal e íntimo como su serie In Memoriam, un demoledor y trágico grupo de obras dedicadas a los amigos y familiares que han ido desapareciendo a su alrededor. Y sin embargo es difícil, por mucho que se desconozcan las circunstancias personales, dejar de emocionarse por esas parejas de imágenes donde, de forma casi imperceptible, RGF ha añadido a los elementos habituales de su imaginería otros extraños a él relacionados con la persona fallecida. 


Javier Mazorra